Tal vez sea cierto eso de que buscamos llenar con actividades nuestro propio vacío existencial; nos buscamos una tarea que nos permita “olvidar” esa sensación profunda de carencia que todes experimentamos alguna vez, ese agujero negro del sinsentido sobre el cual flotamos.
Acercarse al vacío
Hay actividades o consumos culturales que buscan negar o “evadir” la sensación de vacío. ¿Cómo lo hacen? Cargando de estereotipos y resultados las actividades, trazando metas y objetivos estandarizados. Es decir, desconociendo las subjetividades y las condiciones emocionales de las personas, olvidando justamente que somos “personas” y que cada une de nosotres tiene sus propios procesos personales.
La práctica de yoga, por el contrario, nos invita a reconocer ese sentimiento de vacío, a interrogarlo, a averiguar de qué experiencias y sentires está hecho. Aún cuando esto sea un proceso doloroso.
Aprendizaje doloroso
¿Por qué puede resultar doloroso acercarse al vacío? Cuando empezamos a cuestionar nuestras estructuras mentales, cuando repensamos nuestros comportamientos, hábitos y consumos, así como el modo en que nos vinculamos con otres y con nosotres mismes, es posible que empecemos a notar que a veces reproducimos conductas nocivas para nosotres y para les demás.
Esta situación dolorosa, bien entendida, puede resultar un motor de cambio: tal vez empecemos a ver que tenemos cosas para mejorar, para cambiar. Empezar a verlo ya nos pone en movimiento.
¿Por qué hacemos lo que hacemos?
Si nuestra mente se vuelve más sutil, vamos a ver las conexiones entre nuestros pensamientos y emociones y viceversa; practicamos yoga para eso: para ampliar nuestra conexión con el presente, para estar más conscientes de nuestro ahora y conocernos tanto externa como internamente.
A medida que le damos lugar a que emerja esa necesidad humana de conexión con nuestro cuerpo, evitamos que la mente se centre en el pasado o en el futuro, lo cual aleja esa sensación de vacío existencial, dado que podemos sentir la plenitud de habitar el presente, el cual es, en definitiva, el único tiempo que existe.
El esfuerzo que hacemos en la práctica por concentrar nuestra energía en el presente es la fuerza que se encarga de inhibir la presión del vacío. Encontramos regocijo y plenitud en nuestro ser, en nuestra existencia, disfrutamos y agradecemos cada momento que nos toca vivir.
Continuidad para vencer la sensación de vacío
Para liberarnos gradualmente de la influencia del vacío es necesario practicar yoga con continuidad. Sin ese compromiso, sin ese esfuerzo perseverante, es probable que los movimientos de nuestra mente nos arrastren nuevamente hacia el pasado o hacia el futuro, despojándonos de la claridad necesaria para ver qué está sucediendo en nuestra actualidad. Eso nos va a arrastrar otra vez hacia el sinsentido existencial y ese sinsentido, a su vez, a la sensación de vacío.
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