Fue una práctica de yoga como cualquier otra una tarde calurosa de verano. Ese día, la profesora de las clases de Vinyasa que tomo regularmente comenzó compartiendo una reflexión. Esas palabras previas a la práctica dejan su huella e impactan de distintas formas en nosotres, les alumnes. Un asunto la traía pensativa ese día: ¿La práctica de yoga tiene que ser divertida?. Tal vez invitándonos a reflexionar y distendernos un poco. Muchas veces llegamos a clase con una carga de imperativos sobre cómo debiera hacer tal o cual asana, cómo debo respirar, cómo colocar las manos aquí, cómo, cómo, cómo. Entiendo su preocupación, yo también soy profe de yoga y me interesa brindar un espacio donde poder apartar por un momento las tensiones de lo cotidiano, y donde poder cuestionarme sobre cómo hacer para quitar este peso a les practicantes.
Me pregunto si será también la función del profesxr de yoga quitar ese peso, o será tal vez el propio devenir de la práctica el que dé lugar a que esto suceda. Nuevo tema controversial para futuras líneas. Pero, retomando, es adecuado hablar de “diversión” al referirnos a una práctica de yoga? Sobre este punto les propongo reflexionar un momento.
Definamos conceptos
La palabra diversión se define como la acción y resultado de divertir o divertirse. Vacación, distracción, esparcimiento, pasatiempo, asueto, solaz y juego. Podríamos decir, entonces, que la diversión refiere a una actividad “externa” o exteriorizante. Una actividad que va “hacia afuera” de aquello que nos ocupa en nuestra vida adulta, que nos ayuda a transitar las preocupaciones diarias. Convengamos que el yoga también nos ayuda en este sentido, pero es necesario hacer del yoga una práctica “divertida”? No es acaso una práctica interiorizante?
Si reparamos en el adjetivo calificativo “divertido”, vemos que etimológicamente proviene del verbo latino divertere, que significa “llevar por varios lados”. Y justamente es lo contrario de lo que pretendemos en una práctica de yoga: enfocar nuestra atención y conciencia en el cuerpo, en los movimientos, en un punto específico (drishti), en la respiración o en los bhandas.
El yoga no es sólo hacer posturas sino que tiene todo un cuerpo filosófico como sustento. No voy a profundizar al respecto en este pequeño artículo, pero lo dejo escrito por aquí como quien deja un libro sobre la mesa de luz para recordarse degustarlo más adelante; sólo haré alguna que otra referencia a este cuerpo filosófico, los Yoga sutras de Patañjali, para intentar traer luz a esta pequeña reflexión. Por ahora enfocaremos nuestra atención en el yoga como práctica física.
Hacer Yoga
La práctica de asanas facilita un estado de interiorización, de comunicación con nosotres mismes a través del cuerpo en movimiento y la conciencia en la respiración. Te invita a conectar con una profunda quietud interior. En un posteo de instagram, el profesor Alejandro Chiarella dice que en los primeros Sutras, Patañjali propone que Yoga es mantener la mente totalmente quieta de pensamientos, sin recuerdos ni imaginación. Cuando eso ocurre la consciencia no tiene ningún objeto para “iluminar”, entonces la consciencia se ilumina a sí misma. Esto es ser consciente de ser consciencia. Un estado absolutamente trascendente, increíble, que está adentro todo el tiempo y que solamente se deja descubrir cuando uno deja de pensar en otras cosas y aquieta su mente en meditación, es decir, en el presente.
Pero existe un camino para que esto suceda, y no todes les practicantes están preparades para vivir su experiencia en el mat desde el total silencio y la completa consciencia. Sin embargo el Yoga es una senda, y la práctica física es un buen comienzo. Por otro lado, hay que tener en cuenta que no todes llegan a una práctica de yoga para alcanzar el Samadhi, ni siquiera para lograr ciertos estados meditativos. Y tal vez es aquí donde surge un nuevo interrogante: la popularización creciente del yoga y su comercialización desvirtúan la tradición del Yoga tal y como lo concibieron “los maestros”?
A veces por el temor a que nuestros practicantes se aburran y dejen de venir a clases, caemos en la propuesta de este nuevo Yoga: practicar asanas de forma “divertida”. Una práctica “fast food”, fácil de digerir y sin disciplina. Hacemos muchas posturas difíciles y siempre diferentes, proyectados en la forma y no en el contenido. Aquí me gustaría detenerme y decir unas palabras sobre el enorme valor de la repetición y el hábito en la práctica de yoga.
Sadhana
Tal vez habrán escuchado mencionar en el mundo del Yoga la palabra sadhana. Decimos sadhana cuando nos referimos a nuestra “práctica regular” o al camino que hacemos con constancia y disciplina, día a día. En el segundo capítulo de los Yoga Sutras (Sadhana Pada), Patañjali lo describe como los medios y el método en detalle para llegar al objetivo del Yoga, que es la liberación (moksa). En resumen, practicamos cotidianamente con compromiso, creando un hábito. Repetimos así cada paso, no de forma mecánica, sino consciente, plenamente presente.
Cuando llegamos a nuestra clase de yoga y comenzamos, por ejemplo, con el saludo al sol, tal vez ya conozcamos de memoria la secuencia de asanas que forman parte de esta secuencia dinámica, y la hemos repetido en cada clase. Esta repetición y familiaridad con la sucesión de posturas no es necesariamente aburrida, sino que es el camino mismo hacia una plena presencia en asana. Permanecer en la postura también nos ayuda a interiorizarnos y recorrer caminos profundos a través de la respiración, para encontrar lugares que permitan una nueva comodidad en nuestra práctica.
Hacer posturas siempre diferentes y acrobáticas para “divertirnos” no habla necesariamente de una práctica consciente y avanzada. Llegar al mat cada nueva jornada implica disciplina y esfuerzo, y esto no solo es esperable que suceda, sino que forma parte de la misma práctica. La diversión tal vez sea una forma de esquivar esta hermosa “tarea” que implica la sadhana.
Yoga y diversión
Tener por objetivo divertirnos en nuestras clases nos aleja de un camino de encuentro con la profunda verdad que somos, de la unión con el todo del que formamos parte. Buscar que nuestras prácticas sean divertidas nos acerca más a la idea de tener un momento de evasión. La práctica de asanas implica trabajo, disciplina, consciencia y foco en lo que estamos haciendo. Silenciarse es un camino posible hacia esa consciencia plena de presencia. Ese camino muchas veces es gratificante y feliz, y otras un poco doloroso y tal vez oscuro; todes coincidirán en que muchas veces dejamos el mat con plenitud y otras veces con sensaciones encontradas.
La práctica de yoga no es necesariamente divertida y no tiene por qué serlo. Tal vez, concebida de esta manera, sea un poco menos atractiva para algunes, pero estoy convencida de que es un acercamiento más sincero a la profundidad de esta práctica ancestral y a la tan ansiada unión que el Yoga revela. ¿Qué opinan ustedes?
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Gabi Ferreyra es practicante y profesora de Yoga. Estudiosa de las artes del movimiento y la educación somática. También es historiadora y fotógrafa. Cuestionadora empedernida aunque no caprichosa 🙂 Seguila en su cuenta de instagram
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