Lucas Vilotta, profesor de Ashtanga Yoga, reflexiona sobre el espacio que abre la irrupción de una pausa a nuestra cotidianeidad, a partir de la cuarentena.
Es en este punto donde me atrevo a dar una visión sobre la experiencia (o mi experiencia) con el ashtanga, o profundización en el estado del yoga.
Cada vez me resuena más la visión de muchas personalidades yoguicas sobre el significado del espacio. Sobre la falta de comprensión que tenemos acerca del espacio o vacío, dado que nuestras experiencias siempre se basan en lo que conocemos, lo que vemos, lo manifiesto o, más burdamente, lo material.
Nos identificamos con el cuerpo, creamos una personalidad basada en nuestras costumbres, memorias y patrones que vamos adoptando en la vida. Sazonamos las mismas con planes y expectativas futuras y vamos llenándonos de experiencias, memorias, recuerdos y proyectos. Ocupamos nuestra “vida” con tareas, obligaciones, hobbies y distracciones, dejando poco lugar al espacio.
El espacio genera incomodidad. Pareciera que no sabemos qué hacer con él, que si existe un espacio debemos llenarlo. Algunas veces con acciones poco inspiradoras, y otras con acciones más gratificantes, pero llenarlo al fin.
Somos mayormente espacio, el universo es mayormente espacio, los átomos que nos conforman son fundamentalmente espacio. Resulta evidente la importancia de su existencia.
Eso para mí es el significado del ashtanga: la capacidad de generar espacio. Al principio en el cuerpo y luego en la mente. O mejor dicho creando un espacio entre la mente y nuestro Ser o esencia, aquello que somos más allá de nuestros pensamientos y reacciones automáticas.
El efecto cuarentena
El efecto cuarentena tiene mucho que ver con el vacío. Nos deja de pie frente a la brecha que surge entre lo que somos y lo que creemos ser.
El espacio que se abre entre esa sobrecarga de ocupaciones a la que denominamos vida, y la ausencia de estas actividades que realizamos de forma automática, nos invita a convivir con nuestro Ser, solo observando lo que afuera sucede.
Paradójicamente nada me parece más exacto a la sensación de libertad que “flotar en el espacio“. Pero también resulta angustiante enfrentarse a esa carencia de límites. Nuestra existencia en el mundo que consideramos libre, porque hacemos, compramos o vamos a donde queremos, es en busca de una felicidad. La felicidad que habita en el vacío, no requiere verdaderamente que vayamos a ningún lado.
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Lucas Vilotta es profesor de Ashtanga Yoga en 14/7 Vinyasa Yoga. Seguilo en su cuenta de INSTAGRAM.
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